viernes, 30 de mayo de 2008

Un minuto de silencio - Cuento

Un Minuto de Silencio

Maritza Valle Tejeda

Primer Puesto Premio Pluma Santiago de Surco


Corría una suave brisa, los árboles mecían armoniosamente sus hojas al paso del viento como si el falso Zeus lo ordenara, las flores agrupadas por colores formaban un abanico primaveral y aquel pasto, tan verde como la vida misma, creaba un paisaje que parecía incoherente con el motivo de nuestra presencia; estaba cansada.

Primero ingresó un batallón de soldaditos con sus rifles al hombro, luego los oficiales de mayor rango, después generales y coroneles - no sé si en ese orden porque nunca logré aprender eso de las jerarquías militares- todo de acuerdo al protocolo...

Discurso tras discurso, palabras, recuerdos, anécdotas interminables, luego oraciones, misa, bendiciones y el estrépito de los rifles disparando al aire su despedida mientras el féretro era adornado con todo tipo flores, medallas y honores.

- ¡Toque de silencio! - se alzó una voz, todos se pusieron de pie al unísono como resortes liberados de la presión y cuando la trompeta comenzó a tocar mi mente hizo un recorrido por mis recuerdos tratando de averiguar por qué mis ojos se negaban a llorar repitiéndome un pequeño poema que alguna vez aprendí:

Cinco Segundos

"Orfeo, que las peñas conmovía
cuando su lira celestial tañía,
bajó al infierno en busca de su esposa;
donde al son de su lira melodiosa,
los malos sus tormentos olvidaron,
y hasta las Furias de placer lloraron.
Alcanzó de Plutón a su Eurídice,
Pero perdióla luego el infelice.

Siempre soñé ser amada como Eurídice por Orfeo, que mi amor como la princesa Savitri se enfrentara por mí hasta con la propia muerte.
La trompeta sigue tocando y mi mente se afana en divagar por mis recuerdos:

Diez Segundos

-¿Por qué está tan triste una niña tan linda? - Me preguntó Rodrigo siempre tan galante y encantador.

-Estoy esperando a Mariano, quedamos en encontrarnos a las nueve y aún no llega ¿le habrá pasado algo?

-¿Cómo, no lo sabes? A Mariano lo destacaron a Ayacucho, partió esta misma tarde.

-¡Dios mío! Es zona roja.
Las lágrimas llenaron mis ojos y tenían razón porque no lo volví a ver nunca más.

Quince Segundos

-Hija cásate con Rodrigo, desde que Mariano murió no ha hecho más que halagarte - recuerdo con claridad la voz armoniosa y discreta de mi padre.

-Ya tienes 20 años, no puedes vivir sólo de recuerdos, Rodrigo es muy apuesto, un militar con futuro, acéptalo hija, acéptalo.

Y desde ese momento empecé a mirar a Rodrigo con los ojos del amor, si, me enamoré.

Veinte Segundos

- Sofía eres la chica más linda, la más elegante, perteneces a una familia muy adinerada y distinguida, eres la mujer ideal para un militar como yo, ¡Cásate conmigo!.
Ay, si yo hubiera comprendido en ese momento el trasfondo de sus palabras, si yo hubiera podido adivinar, si no hubiese sido tan ingenua, si el amor con su venda mortal no me hubiera cegado...

Veinticinco Segundos

Me puse aquel hermoso camisón blanco, tan vaporoso y suave, estaba cansada, la boda, la fiesta, las fotos para las páginas sociales, yo hubiera preferido un matrimonio más sencillo pero Rodrigo lo quiso así.

-¿A dónde vas a esta hora?- dije dolida porque Rodrigo no parecía notar mi emoción y mucho menos mi sugestivo camisón blanco.

- Voy al bar a tomar otro trago.

- Pero es nuestra noche de bodas - balbuceé entre dientes.

Pero él se fue y no regresó hasta al día siguiente.

Treinta Segundos

- Estás horrenda, llena de ojeras y despeinada. ¿Qué, nadie te dijo qué la mujer de un militar siempre debe estar bien arreglada?- está borracho pensé.

- ¡Y quítate ese desagradable camisón!, no me mires con esa cara de estúpida, desnúdate y métete en la cama.

- No, por favor Rodrigo, no, no, así no- Dolor, humillación, ira, impotencia...

Todo fue inútil; esto se repitió hasta que quedé embarazada y él pudo demostrar ante el mundo su hombría. Felizmente desde que se comprobó el embarazo no me volvió a tocar nunca más.

Treinticinco Segundos
Ay, si hubiera tenido el valor de enfrentarlo desde el primer momento, si le hubiera contado a mi padre lo que me estaba sucediendo. Si la tristeza no hubiera invadido mi alma golpeándola día y noche como la orilla del mar, si el miedo a la verdad y la vergüenza del fracaso no hubieran amordazado mi boca, mis ojos, mi corazón, mi alma...
Tantos ¡inútil! como amaneceres, tantos ¡bestia! como anocheceres, tantos..., tantos..., tantos que terminé convenciéndome de que así era.

Cuarenta Segundos

-Mamita debes sonreír en las reuniones y ponerte la ropita que papito quiere para que no te pegue.

-No llores mamita, papito dice que te quiere mucho pero que tú te portas mal y por eso te tiene que pegar.

- Mami ¿Por qué papá sólo te quiere delante de los abuelos y de la gente?

- ¿Es verdad que estás enferma?, Mami ¿Qué es demencia?

Tanto tiempo alejada de mi pequeño, encerrada, amarrada, tratada como una enferma mental, mi padre visitándome en aquel hospital y soltándole a Rodrigo todo el dinero que necesitaba para "Mi Tratamiento"

Cuarenticinco Segundos

- Escúchame bien inútil, sólo saldrás de aquí cuando me prometas comportarte como la esposa de un Militar Distinguido como yo, no más lloriqueos ¡Entendiste!, ¡ah! Y olvídate de andarle contando a tu padre tantas estupideces, él ya está convencido que estás loca.
Juré, prometí y cumplí, cualquier cosa antes que volver a ese manicomio y estar separada de mi pequeño. Noches negras por noches grises.

Me porté bien: vestí, hablé, caminé y sonreí como, cuando y cuanto él quiso, pero nada lo conformaba. Vivir de apariencias, gastar a raudales el dinero de mi padre, comprar su ascenso, sólo eso contaba para él.

Cincuenta Segundos

- Rodrigo hoy me encontré con la hermana de Mariano y me dijo que fuiste tú el que tramitó su cambio para Ayacucho - comenté lo más suavemente posible y como si en ese momento hubieran explotado mil bombas me contestó:

- ¿Y recién te enteras? ¿Después de cinco años? Si yo siempre he dicho que eres estúpida.

- ¿Por qué, por qué? Yo lo amaba y tú lo sabías, lo mandaste a una muerte segura- no pude contener el llanto.

- Si, lo amabas tanto que al poco tiempo te casaste conmigo, perra inútil, ¿Tu crees que yo iba a perder la fortuna de tu padre?, ¿Tú no sabes lo importante que es para un militar su imagen?- Y me atravesó la cara de un sopapo, el último que me dio.

Cincuenticinco Segundos

- ¿Sofía?, habla el general Tuesta, se trata de una emergencia, avísele a su esposo que no aterrice el helicóptero en la pista de Ambo, está minada, Sofía, es muy importante que se lo diga porque se han cortado todas comunicaciones con la base Nro. 8 y no encuentro cómo avisarle. Dígale que no se haga el héroe, él entenderá.
Como cuando el poeta está inspirado y todas las musas revolotean a su rededor, como río cargado en declive y viento azotando las aguas, el bien y el mal luchaban en mi alma. Callar para vivir o hablar para seguir muriendo...

-Rodrigo no te vayas, tengo algo importante que decirte- lo detuve.

- Tú nunca tienes nada importante que decir ¡Cállate ya!- arregló su corbata frente al espejo y yo callé.

Cincuentiocho Segundos

- Sofía lamento tanto tener que ser el portador de tan malas noticias, sea fuerte Sofía, escúcheme con atención: Ayer recibimos noticias de un ataque terrorista en Ambo, nuestros hombres necesitaban municiones y alimentos, Rodrigo se ofreció de voluntario, es un héroe, él sabía que el terreno estaba minado, Usted misma se lo advirtió, pero todos lo conocíamos, es un héroe, se arriesgó por los soldados, el helicóptero aterrizó, él trató de llegar a la base pero pisó una mina, nada se pudo hacer, lo lamento Sofía, los funerales serán mañana, es un héroe...

Un minuto de silencio

Ha dejado de sonar la corneta y el viento ya no sopla tan fuerte como antes, todo parece estar en calma, estoy cansada, todos han hablado tan bien de él que me parecía estar en el entierro de un desconocido, mis ojos aún se niegan llorar, están doblando la bandera y pronto la pondrán en mis manos, tengo que llorar, se lo debo, a él le hubiera gustado que llore mucho, pero no puedo.

-Mami papá es un héroe y está en el cielo- me dice mi pequeño mientras pasa sus suaves manitos por mi rostro.

-¿Ahora si te puedo acariciar y dar besitos? Papá ya no me puede pegar- agrega con picardía.

Tomo a mi hijo entre los brazos, lo abrazo fuerte, lo beso muchas beses y salimos caminando del cementerio.

-¡Qué mujer tan valiente! - escucho los comentarios a lo lejos, pero nada de eso me importa.

-¡Dios mío, estoy sonriendo!

Nota: Prohibida la publicación parcial o total sin autorización escrita de la autota

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